La tartamudez

No todo el mundo sabe que el tartamudo en la intimidad de su propia habitación, no condicionado por ningún juicio externo, habla muy bien. Este aspecto es evidente en cualquier tartamudo y en todas las diferentes formas de tartamudez, tanto en la tartamudez clónica como en la tartamudez tónica, incluso en los afectados por las formas más graves de tartamudez.

Tartamudez

Un método de tratamiento innovador denominado «Enfoque Integrado»

UNA INTERPRETACIÓN DE LA TARTAMUDEZ

Tartamudez

La tartamudez no es en absoluto un trastorno del habla. Es la expresión manifiesta de un complejo mecanismo de control emocional que la persona tartamuda ejerce sobre el aparato vocal.

La boca es la parte del cuerpo encargada de expresar emociones; lo vemos a diario en quienes desean expresar decepción, disgusto, irritación o protesta contra algo o alguien. Por eso, la boca se reconoce como el centro neurálgico de la ira, pero también de la alegría.

Contener la boca es la estrategia para controlar la ira desbordante, especialmente en niños que no pueden gestionar adecuadamente sus emociones y prefieren contenerlas. Este es el significado de la tartamudez.

(amazon.com/author/antoniobitetti)

No todo el mundo sabe que una persona con tartamudez, en la intimidad de su habitación, sin que le afecte ningún juicio externo, habla muy bien. Esto es evidente en cualquier persona con tartamudez y en todas las formas de tartamudez, tanto clónica como tónica, incluso en quienes padecen las formas más graves.

Este importante hecho revela las profundas implicaciones relacionales de todo el problema en cuestión.

«Es la influencia de los demás lo que desencadena en la persona con tartamudez una serie de ideas que luego influyen en los componentes emocionales y conductuales». Esta es la tesis que el Dr. Antonio Bitetti siempre ha mantenido en diversos campos científicos, donde ha explicado a otros autores de renombre la profunda dinámica de la tartamudez y que no puede explicarse como un simple problema de lenguaje, como siempre se ha sostenido en logopedia y foniatría.

Un sentimiento subyacente de autodesprecio desencadena un juicio temeroso hacia los demás, lo que lleva a controlar toda la actividad vocal, creyendo que la situación difícil se puede gestionar mejor. Estos errores cognitivos, una vez aprendidos, pueden persistir hasta la edad adulta, afectando negativamente la fluidez verbal normal.

El concepto de la naturaleza radical de la tartamudez, que algunos autores consideran una parte orgánica del problema, reside, según el Dr. Bitetti, en la profundidad y complejidad del propio síntoma y puede representar una tapadera simbólica para un conflicto de naturaleza eminentemente psicológica.

(Dr. A. Bitetti, psicólogo-psicoterapeuta. Comunicación sobre la tartamudez presentada en el XXXIII Congreso Nacional de la Sociedad de Foniatría y Logopedia, ABSTRACTS, Bari, 18-21 Aprile, 1999).

ABSTRACT CONVEGNO BALBUZIE A BARI

Al observar a una persona tartamuda y su dificultad para expresarse, lo que más llama la atención es su dificultad para articular las palabras. Muchos se centran principalmente en la articulación de las consonantes, y menos en la de las vocales, lo que parece facilitar el habla. A menudo, el interlocutor también se ve afectado por las dificultades respiratorias de la persona tartamuda, lo que sugeriría un posible problema respiratorio, especialmente evidente en la tartamudez tónica.

La persona tartamuda sabe muy bien lo que quiere decir, pero no puede expresarlo con fluidez y calma, como lo hace la gran mayoría de la población. En este punto, es natural preguntarse por qué la persona tartamuda tiene dificultad para hablar al interactuar con otros, pero no tartamudea cuando está sola. La respuesta no puede ser simple ni trivial, ya que involucra los aspectos cognitivos, emocionales y relacionales inherentes al lenguaje.

El lenguaje humano y la tartamudez

Attraverso il linguaggio gli esseri umani creano collegamenti, esprimono emozioni, idee, progetti e quindi, noi tutti riconosciamo il valore intrinseco di questo potente strumento. Il linguaggio ha una base strutturale o genetica e una base acquisita, di tipo culturale o ambientale

( N. Chomsky).

Durante la infancia, los niños experimentan una fase importante de su delicado desarrollo, llamada la fase del balbuceo. En esta fase, el niño intenta combinar de la mejor manera posible los aspectos estructurales y culturales.

Al igual que al caminar, los niños aprenden gradualmente a coordinar sus movimientos mediante una serie de ensayos y errores, también basados ??en un proceso de fortalecimiento de su sistema musculoesquelético. Una vez que dominan toda la secuencia, podrán caminar de forma independiente y sin la ayuda de adultos.

El lenguaje sigue la misma lógica, pero a diferencia de la actividad motora, tiene un importante valor relacional, ya que a través de él podemos expresar emociones, a veces en experiencias negativas o traumáticas, incluso con fuertes connotaciones agresivas.

Esta investigación del Dr. Bitetti, autor también de tres libros sobre la tartamudez (Bitetti A., 2001, 2006, 2010), este último traducido al inglés y al alemán, se ha centrado en el mecanismo del control emocional, que en el caso de quienes tartamudean implica controlar la parte periférica del lenguaje: el habla. La gran mayoría de la población no controla su habla al hablar; saben que será un proceso automático, igual que al caminar. A nadie se le ocurriría controlar y verificar los movimientos de sus piernas al caminar o correr; si lo hiciéramos, nos arriesgaríamos a bloquearnos o a afectar gravemente la actividad espontánea.

Por lo tanto, el control es el verdadero elemento negativo de quienes tartamudean (Bitetti A., Emozioni, Comportamento e Controllo, IEB Editore, Milán, 2016) y es un aspecto que se aprende en la infancia, en conjunción con eventos con una fuerte carga negativa, como el nacimiento de un hermano, un conflicto entre padres o diversas experiencias en las que predominan la frustración y la consiguiente agresión. Si se deja que se consolide, a la larga, el mecanismo de control puede generar un trastorno crónico, comúnmente llamado tartamudez.

DIFERENTES FORMAS DE TARTAMUDEZ

Las teorías sobre la etiología de la tartamudez difieren según el país y la escuela, pero todas coinciden en que este trastorno comprende dos formas sintomáticas diferentes, es decir, la modalidad o característica en que se manifiesta:

Forma clónica, caracterizada por la repetición de una sílaba o letra.
Forma tónica, que presenta un aspecto espasmódico del habla, con bloqueos más o menos severos tanto al inicio como durante el habla, y que en ocasiones puede ir acompañada de sincinesias, o movimientos involuntarios de la expresión facial que compensan el vacío verbal resultante.

Existe también una tercera forma, que abarca ambas formas mencionadas y se denomina forma mixta.

La tartamudez verdadera comienza no antes de los 5 o 6 años. Una forma leve a una edad más temprana puede denominarse forma transicional y se relaciona con una evolución fisiológica de la adquisición normal del lenguaje.

De hecho, un diagnóstico preciso de tartamudez solo puede realizarse cuando el mecanismo se ha consolidado en los patrones y estilos de comunicación del niño, es decir, cuando el patrón se ha vuelto crónico. Suele ser más evidente en la escuela, donde el niño comienza a interactuar a un nivel más relacional e incluso competitivo.

Desde una perspectiva médica, existe una tendencia a interpretar los problemas difíciles de comprender de forma orgánica. De hecho, no se puede culpar a quienes, percibiendo la innegable complejidad de interpretar la tartamudez, tienden a creer en una implicación orgánica.

Esta hipótesis orgánica, o genética, no se ajusta a la fluidez del habla evidente que la persona tartamuda muestra en la tranquilidad de su propia habitación o en cualquier otro contexto donde no esté expuesta a la mirada ajena.

Existen dos tipos de tartamudez, que se presentan en diferentes etapas y períodos, y se dividen en:

Tartamudez primaria: (también conocida como tartamudez durante el entrenamiento o pseudotartamudez) es un trastorno bastante común; se estima que el problema afecta al 30% de los niños, especialmente varones; la tartamudez primaria suele resolverse espontáneamente sin necesidad de logopedia ni rehabilitación del lenguaje.

Tartamudez secundaria: (también conocida como tartamudez verdadera) es un problema mucho más grave que la tartamudez primaria. Resulta de la cronicidad de la tartamudez primaria. Es muy improbable (aunque no imposible) que la tartamudez verdadera se manifieste en la edad adulta.

La tartamudez afecta aproximadamente al 1-2% de la población mundial (tasa de prevalencia), aunque la tasa de incidencia es cinco veces mayor. Es decir, muchas más personas han sufrido tartamudez en algún momento de su vida. La diferencia entre las tasas de prevalencia e incidencia se explica por el hecho de que la tartamudez tiende, como ya se mencionó, a remitir espontáneamente en un plazo de un año a un año y medio desde su inicio (la edad promedio de inicio es de 32 meses). Sin embargo, cabe destacar que factores internos y externos pueden cronificar el problema, por lo que es necesaria una intervención para prevenir este riesgo.

LA TARTAMUDEZ A DIFERENTES EDADES

Tartamudez en diferentes grupos de edad

Los síntomas de la tartamudez varían según el contexto en el que interactúa la persona y las personas con las que interactúa. Por ejemplo, un niño que tartamudea teme mucho ser examinado en la escuela o que le pidan que repita un tema que ya ha tratado. Se siente constantemente nervioso cuando se le pide que se exprese delante de sus compañeros.

En ocasiones, si los síntomas son graves, incluso se le puede eximir de leer en voz alta, lo que repercute en su autoestima y la consiguiente estigmatización de su condición.

En los adolescentes que tartamudean, las dificultades del lenguaje pueden tener graves repercusiones en el desarrollo normal de su carácter, algo que ya de por sí es difícil a esa edad. Pueden experimentar momentos de aislamiento de sus compañeros debido a su incapacidad para expresarse adecuadamente, manifestando signos de fuerte autodesprecio y, a veces, incluso autocompasión, con marcadas connotaciones depresivas.

Todos estos aspectos deberían hacernos reflexionar sobre la importancia de un problema que se manifiesta en el lenguaje como síntoma final, pero que afecta a una esfera mucho más amplia: la de la personalidad y, sobre todo, la forma en que uno se percibe a sí mismo en relación con los demás.

Sin procesos de cambio efectivos, el niño o adolescente tartamudo corre un alto riesgo de convertirse en un adulto tartamudo, con un grave deterioro de su estructura relacional en varios niveles de su personalidad.

Por ello, resulta sumamente reductivo considerar la tartamudez como un simple problema de lenguaje. Esta perspectiva limita considerablemente el debate y descuida la importancia del significado psicológico y relacional que el lenguaje representa para los seres humanos en sus interacciones cotidianas.

Quienes se obstinan en creer que la tartamudez es simplemente un trastorno de la fluidez verbal, como suele ocurrir en entornos de rehabilitación como la logopedia y la foniatría, tienden a perder de vista el profundo valor psicológico del lenguaje, una herramienta extremadamente sofisticada que la humanidad ha desarrollado para transmitir pensamientos y emociones.

La investigación científica en este campo específico ha sido eclipsada durante mucho tiempo y todavía se aferra a dos teorías dominantes: la teoría de la participación genética, aunque todavía no se ha identificado una causa orgánica específica, y un enfoque rehabilitador resultante que lamentablemente opera de manera periférica a toda la dinámica interpersonal del trastorno.

Siendo francos, en este campo estamos muy lejos de un modelo de investigación interdisciplinario a gran escala que deba proporcionar respuestas adecuadas tanto a las implicaciones de los aspectos cognitivos y emocionales del lenguaje como a los datos estadísticos, que podrían representar una fuente importante para obtener respuestas de cribado adecuadas a corto, medio y largo plazo.

También deberíamos trabajar en la comparación de diferentes enfoques interpretativos y metodológicos para intentar establecer una relación causal entre cualquier aspecto orgánico del problema —es decir, la predisposición o familiaridad con el trastorno— y todos aquellos factores psicológicos y ambientales que influyen en el rendimiento verbal en diferentes contextos.

Cómo curar la tartamudez

Si nos ponemos en el lugar de una familia con un hijo tartamudo, nos encontraríamos ante una situación sumamente compleja donde la única opción de tratamiento disponible es la logopedia, al menos en los centros públicos.

Los profesionales que trabajan con este enfoque, que siempre ha sido el estándar, ciertamente intentan hacer su trabajo lo mejor posible, pero admiten con franqueza que carecen de la formación, por no hablar de la capacidad para interpretar el trastorno que deben tratar.

Incluso el logopeda especialista, la persona de referencia en este campo, desconoce la realidad y, por lo general, delega la intervención en logopedas. La visión integral que muchos esperan y exigen con vehemencia, especialmente quienes viven la dificultad del problema en primera persona, es insuficiente. En este sentido, el Dr. Bitetti ha propuesto una comisión científica en el Ministerio de Sanidad para evaluar el estado actual de la investigación y el tratamiento de la tartamudez en toda Italia, con el fin de identificar los mejores recursos para ofrecer las mejores soluciones posibles para su tratamiento.

Incluso el pediatra, que a veces es el especialista de atención primaria de la familia, no dice mucho. Simplemente asegura que la tartamudez puede mejorar con el tiempo, tranquilizando a los padres mientras esperan que eventos ocasionales mejoren la condición.

Es bien sabido —y esto es un hecho estadístico— que una vez que la tartamudez se establece, con el ingreso del niño a la escuela, tiende a persistir en el repertorio conductual, influyendo eventualmente en la personalidad y convirtiéndose en el trastorno complejo que acabamos de describir.

La intervención preventiva es deseable, como explica el Dr. Bitetti, a través del Enfoque Integrado. Es esencial prevenir la cronicidad, para que una tartamudez inicial o primaria no se convierta en una tartamudez completa, conocida como tartamudez secundaria.

La presencia de una gran población de adolescentes y adultos tartamudos dice mucho sobre lo que no se pudo hacer durante la infancia, o no se supo que se hizo. Huelga decir que muchas familias con hijos tartamudos han hecho sacrificios, precisamente por no haber podido encontrar soluciones adecuadas a tiempo para intentar revertir la condición.

Tanto es así que, en el ámbito de la intervención de la tartamudez, existe una gran presencia de extartamudos, autotratados o tratados con modelos reeducativos, que intentan proponer enfoques basados ??en la fonética, fruto de una concepción reeducativa y sintomática del problema. Pero en el fondo, quienes tartamudean saben que la situación interna no es tan simple como pretenden.

Terapia para personas que tartamudean

La persona con tartamudez es plenamente consciente de los miedos internos que la rodean, las rigideces cognitivas y la irracionalidad de ciertas ideas, que socavan la posibilidad real de tener relaciones interpersonales adecuadas.

La comunicación humana no debería ser una experiencia dolorosa, como lo es para la persona con tartamudez, quien a veces no puede hacer una simple llamada telefónica o experimenta un gran dolor incluso al pedir una bebida en un bar, o, como en el caso del niño con tartamudez, simplemente leer en clase o hacer un examen.

En términos de comunicación interpersonal, lo que es simple y a veces placentero para la persona que habla normalmente se convierte en puro sufrimiento para la persona con tartamudez.

Esta situación impide que la persona con tartamudez invierta adecuadamente sus recursos culturales y humanos en el ámbito social, y es por ello que la tartamudez puede convertirse en una limitación para la realización personal, incluso en detrimento de la riqueza de todo el contexto del grupo de referencia.

Si bien es cierto que la emancipación y la participación en las relaciones generan riqueza, limitar drásticamente estas oportunidades conduce sin duda al empobrecimiento, obviamente en detrimento de toda la comunidad.

En este punto, es legítimo creer que la tartamudez ya no es un trastorno puramente subjetivo, confinado al ámbito personal. Más bien, la actitud del individuo, con sus miedos e incertidumbres sobre la comunicación, crea un bloqueo de esa energía psicológica y relacional, lo que conlleva un cierto empobrecimiento en el proceso de crecimiento colectivo.

Por eso es importante limitar la incidencia de este problema desde la infancia, procurando brindar al niño que tartamudea las mejores oportunidades. Evitar que cruce el umbral de la adolescencia, un umbral crucial, para que no se convierta en un factor grave de dificultades relacionales y, por lo tanto, hacer todo lo posible por romper con este patrón de comunicación lo antes posible.

La investigación científica debe buscar dar respuestas significativas a esta pregunta, especialmente buscando crear un mejor conocimiento del problema e implementando estrategias terapéuticas amplias, apropiadas y efectivas, para no aprisionar al tartamudo en un estado de desconfianza e incertidumbre sobre su futuro.

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